Vamos Pueblo mío, pueblo de Bolívar, que el camino es largo y no es tiempo para llorarme, yo sigo en todas partes, en el rostro añejo de la anciana pobre, en el peón de la hacienda, en el niño y su madre que ahora tienen techo y un lugar para vivir viviendo, en el canto del llanero, en el médico de la patria que da su vida y no reclama más que una sonrisa...
Vamos Pueblo mío, con fuerza y coraje, que esta es una batalla más y faltan mil por vencer, contra un enemigo despiadado que no cabila, que no duerme, que está siempre al asecho, que respira muerte, que quiere arrebatarles los sueños que juntos conquistamos, quieren cambiarles la vida por un pocillo de mentiras.
Vamos pueblo mío, hoy brindé mi cuello a la espada, hoy solo se ha ido una de mis formas pasajeras, quedo entre ustedes hecho palabras, hecho un canto inmortal, hecho ilusiones de soldado, hecho una ráfaga de viento, llegue como una débil paja en la brisa suave del pueblo y hoy me disipo como un huracán revolucionario que recorre cada rincón del mundo... Ahora, las puertas se me cierran en este mundo, me voy a un lugar donde nadie del mundo de los vivos ha estado jamás, no tengo miedo, soy un guerrero, y los guerreros no temen morir, es su obligación morir en combate, sembrarse en tierra fértil, dar fruto... ¿Quién es, pues, el que ha muerto? ¿Y por qué lamentarse de nada? Soy Chávez, y seguiré junto a Bolívar, Martí, al Che y tantos otros que me antecedieron en este tránsito hacia la eternidad. Hoy no digo ¡Adiós! Porque sigo entre ustedes.
La noche es clara, la luna brilla sosegada, el viento entre las montañas de Barinas, suena como un cuatro y un arpa, puedo ver a la abuela, mis ojos se llenan de lágrimas, cuánta gente que anhelaba ver, cuánto amor hay aquí en este etéreo e incorpóreo mundo…

¡Viviré entre ustedes hasta vencer…!